
«La Última Cena» de Leonardo da Vinci es una obra maestra que ha sufrido un deterioro significativo a lo largo de los siglos. En 1977, Pinin Brambilla, una experta en conservación de frescos renacentistas, asumió la tarea de restaurar este icónico mural.
Brambilla encontró la obra en un estado lamentable, cubierta por múltiples capas de yeso y pintura. La técnica experimental de Da Vinci, que utilizó óleo sobre yeso seco, resultó ser un error, ya que los pigmentos no se adhirieron correctamente a la pared. Además, factores como la humedad y el humo de la cocina del monasterio contribuyeron al deterioro.
El proceso de restauración fue meticuloso y duró más de dos décadas. Brambilla y su equipo trabajaron en pequeños fragmentos, utilizando cámaras diminutas para identificar las capas de pintura originales. Con paciencia y precisión, retiraron las capas superpuestas, revelando los colores y detalles originales de la obra.
A pesar de las críticas, Brambilla quedó satisfecha con su trabajo, devolviendo a «La Última Cena» su esplendor original y corrigiendo los errores de restauraciones anteriores. La obra, restaurada en 1999, sigue siendo un testimonio de la maestría de Da Vinci y del legado de Brambilla.