“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Romanos 8:28
Este versículo nos revela una de las promesas más consoladoras de la fe cristiana: Dios tiene el poder de transformar cualquier situación, incluso las más adversas, para nuestro bien. Sin embargo, esta promesa está dirigida a quienes aman a Dios y buscan vivir de acuerdo con Su propósito. No se trata de evitar los desafíos, sino de tener la certeza de que cada experiencia, sea buena o mala, forma parte del plan divino que obra para nuestro beneficio eterno.
El apóstol Pablo, al escribir estas palabras, no lo hace desde una vida cómoda, sino desde una trayectoria marcada por dificultades, pruebas y sacrificios. En medio de todo ello, halló una verdad irrefutable: la soberanía de Dios actúa incluso en los momentos más oscuros. Esto nos recuerda que nuestro sufrimiento no es inútil ni está fuera del control de Dios. Cada lágrima, cada lucha, cada momento de incertidumbre, Él lo utiliza para fortalecernos y moldearnos según Su voluntad.
Además, este versículo es un llamado a la confianza. A menudo, no podemos ver cómo una situación puede resultar para bien en medio de la tormenta, pero la fe nos invita a descansar en la sabiduría de Dios. Nuestro entendimiento es limitado, pero el de Él es infinito. Así, somos llamados no solo a soportar las pruebas, sino a caminar con esperanza, confiando en que todo tiene un propósito mayor que quizás no comprendamos de inmediato, pero que será revelado en el tiempo perfecto de Dios.
Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com