Las guías señalan que un adulto sano debe dormir entre siete y nueve horas, pero quizás ocho sean ya demasiadas.
Es una sensación muy frecuente, quizás demasiado: ayer dormí cuatro horas y me levanté cansado, hoy he dormido ocho y… también lo estoy. ¿Qué es lo que está pasando aquí? Una posible explicación es que hayamos dormido demasiado.
Y es que hay expertos que creen que eso de dormir ocho horas, quizás no sea la mejor recomendación.
Porque es bien sabido que la falta de sueño puede ser perjudicial, tanto a corto plazo, pudiendo ser letal mantenerse despierto durante un periodo de tiempo consecutivo prolongado; como a largo. Sin embargo son poco conocidos los efectos del exceso de sueño.
Algunos investigadores han intentado tapar ese hueco en el conocimiento a través de estudios y gracias a ellos tenemos una idea de las posibles consecuencias del dormir en demasía. Estos análisis se han topado con diversos problemas asociados al exceso de sueño, tales como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiacas, obesidad, depresión, dolores de cabeza o un mayor riesgo de mortalidad debida a condiciones médicas.
No son los únicos problemas observados. Un estudio, realizado por investigadores de la Arizona State University, observó también una relación positiva entre un sueño más largo y variables relacionadas con la salud como incrementos en el ánimo depresivo, pero también en la inflamación. En este último sentido, el equipo observó un incremento en la presencia de la proteína IL-6, vinculada con los procesos inflamatorios.
Existe una correlación negativa entre el “exceso” de sueño y nuestra esperanza de vida según otro análisis de varios estudios sobre la cuestión llevado a cabo hace una década por el equipo del cardiólogo de la Universidad de Warwick Franco Cappuccio.
Este análisis combinado observó que, si bien la mortalidad aumentaba un 12% entre los que se desviaban del intervalo de seis a ocho horas de sueño por abajo; la difrencia era de un 30% en el caso de quienes dormían más de ocho horas.
¿Caso resuelto? Para nada: esta relación no es tan sencilla como podría parecer.
Cappuccio explicaba, en declaraciones recogidas por la BBC, algo importante a tener en cuenta antes de sacar conclusiones: la dirección de la relación causal (vamos, que correlación no quiere decir causa). En este caso, es posible que, problemas de salud subyacentes causaran tanto la tendencia a dormir más como la mayor mortalidad.
La neuróloga de la escuela de medicina del centro Johns Hopkins Medicine Charlene Gamaldo señala también esta incertidumbre. “No sabemos exactamente de la causa y el efecto. Probablemente funcione de la otra forma, cuando estás enfermo esto causa que duermas más.”
Una persona adulta que necesita ocho o nueve horas de sueño para sentirse descansada podría estar mostrando signos de algún trastorno de sueño o médico, añade la neuróloga. A este exceso de sueño suele denominarse como hipersomnia y afecta a aproximadamente un 2% de la población. Estos trastornos pueden hacer que alguien requiera hasta 12 horas de sueño al día para sentirse bien.
Una lista de las posibles causas de la hipersomnia son los problemas de tiroides, enfermedades cardiacas, apnea del sueño, depresión, narcolepsia y determinadas medicaciones. Una lista con varios elementos comunes con la anteriormente descrita, lo que nos muestra la dificultad de distinguir entre causas y efectos.
¿Son demasiadas horas?
Sean cuales sean los síntomas del sueño excesivo, sí que existe una corriente incipiente de expertos que consideran que debemos revisar las recomendaciones. Hoy por hoy las guías suelen aconsejar entre siete y nueve horas de sueño, como es el caso de las recomendaciones de la National Sleep Foundation.
Estos expertos señalan que deberíamos ceñirnos a la parte baja de ese intervalo. Uno de los últimos estudios en indicar hacia esta posibilidad fue publicado en 2022 en la revista Nature Ageing.
El trabajo se valió de un conjunto de 500.000 participantes de entre 38 y 73 años, en su mayoría británicos de ascendencia europea. Los resultados señalaban la correlación no lineal esperada entre horas de sueño y estado de salud, pero en esta ocasión la metodología permitía limitar el “pico” de esta relación en las siete horas.
El estudio se centró en desempeño cognitivo y salud mental y señalaba otro factor importante, la consistencia. Esto es, que dormir un promedio de siete horas no servía de mucho si mostrábamos patrones irregulares, durmiendo poco unas noches y compensando otras.
La ciencia del sueño avanza poco a poco. Entender cómo nuestros patrones de sueño afectan a nuestro salud y nuestro bienestar es complicado debido a la complejidad da las interacciones entre infinidad de variables. Sin embargo en los últimos años se han dado pasos muy importantes.
Y es que hasta ahora era muy difícil estudiar las horas de sueño: si los investigadores querían saber cuántas horas habían dormido tenían dos opciones: preguntárselo y fiarse de sus estimaciones o someter a los participantes a pruebas de sueño, lo que aumentaba los costes y limitaba las muestras y por tanto la fiabilidad de los estudios.
Sin llegar a la precisión de los instrumentos hospitalarios, hoy en día podemos monitorizar nuestro sueño a través de aparatos domésticos como las pulseras de actividad. Estas pueden ayudar a los participantes de un estudio a registrar sus patrones de sueño, incluyendo las horas que han dormido o las veces que el sueño se ha interrumpido.
Estos experimentos parecen señalar la necesidad de actualizar las recomendaciones sobre horas de sueño. Pero antes de adelantar las alarmas de nuestros relojes conviene recordar que hay muchos factores que pueden pesar en esta relación. Las horas de sueño varían mucho entre individuos y también en cada individuo (con la edad, por ejemplo).
También debemos tener en cuenta que existen varias formas de repartir nuestras horas de sueño. No son pocos los ejemplos de periodos o culturas donde el sueño bifásico era la regla. En el pasado era habitual repartir las horas de sueño en dos tandas separadas por varias horas de actividad.
La siesta es otra forma de sueño polifásico, en el que reservamos algunos minutos de sueño al mediodía. Existen numerosos patrones de sueño polifásico que solo suman a la inmensa diversidad que complica los estudios sobre sueño. Quizás algún día aprendamos a desenmarañar este misterio. Hasta entonces, quizás lo mejor sea hacer caso a lo que nos pide nuestro cuerpo, seguramente solo sean cinco minutos más.
Pablo Martínez-Juarez