Una reciente decisión judicial y la guerra en Gaza han abierto una discusión sobre qué tipo de Estado será Israel.
El fallo de la Corte Suprema israelí de rechazar el control legislativo sobre el poder judicial pone fin, por ahora, a la iniciativa estancada del gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu para limitar los tribunales, que desencadenó nueve meses de protestas que solo terminaron cuando Hamás atacó a Israel el 7 de octubre.
Las manifestaciones causaron profundas divisiones en Israel, pero la guerra unió al país. Incluso pilotos y reservistas que habían prometido ignorar los ejercicios militares se presentaron de inmediato para combatir antes de ser llamados.
Aunque la decisión de la corte interrumpe el efecto unificador de la guerra, al evidenciar la guerra cultural que yace en el corazón de la política israelí, Netanyahu y su gobierno respondieron con un nuevo llamado a la unidad en tiempos de guerra para tratar de restarle importancia a su derrota. Fue otra versión del argumento que Netanyahu esgrime contra casi todos los que critican su desempeño y sus políticas: todos esos temas deben discutirse “después de la guerra”.
Y se espera que el fallo de la corte, por importante que sea, tenga poco o ningún impacto en el desarrollo de la guerra.
“No creo que el fallo cambie algo”, dijo Amit Segal, columnista político del periódico israelí Yedioth Ahronoth, quien informó sobre una filtración del fallo y es considerado cercano a Netanyahu. Incluso, antes de la guerra, dijo: “Netanyahu no tenía suficiente artillería, por así decirlo, para avasallar a sus opositores”. Según Segal, a Netanyahu le ayuda que este fallo haya llegado durante la guerra, porque “puede justificar la ausencia de reacción y después de la guerra tendrá asuntos más apremiantes”, como su propia supervivencia política.
Sin embargo, la corte y la guerra están conectadas hasta cierto punto, porque ambos son fundamentales para el futuro y la identidad futura de Israel, que considera la guerra como un elemento existencial: la mejor manera de restaurar su reputación en la región como invencible y como protector de los judíos de todo el mundo. La decisión afecta de lleno al debate sobre si Israel seguirá siendo una democracia próspera, algo vital para su relación especial con Occidente.
En resumidas cuentas, la corte dictó que el poder judicial debe ser capaz de constituir un contrapeso a la capacidad de una mayoría simple en el parlamento israelí, la Knéset, para cambiar las leyes fundamentales del país y alterar la naturaleza democrática del Estado. Dejó abierta la posibilidad de que haya cambios jurídicos fundamentales mediante una votación especial con una mayoría más amplia.
Netanyahu y sus aliados han argumentado que los tribunales tienen demasiado poder sobre la legislación de los parlamentarios elegidos, son demasiado liberales y se eligen de manera antidemocrática.
Los detractores de Netanyahu, quien está siendo enjuiciado por corrupción, consideraron que el fallo había salvado la naturaleza de una democracia equilibrada en un país sin Constitución ni Cámara de Senadores. Algunos, como el exfiscal general y exjuez de la Corte Suprema Menachem Mazuz, la calificaron de “la sentencia más importante desde la fundación del Estado”.
Hasta ahora, dijo Mazuz en una entrevista telefónica, “la Knéset tenía la sensación de que podía hacer lo que quisiera, determinar que hay dos soles durante el día y cuatro por la noche”. Pero la corte había dictaminado “que hay limitaciones a la autoridad de la Knéset, que es imposible afectar el carácter democrático o judío del Estado, que hay limitaciones”. Eso, dijo, podría permitir un acuerdo diferente y mejorado más adelante “entre los sistemas jurídico y político”.
Pero el fallo también “ahonda en los problemas existentes de la guerra cultural en Israel”, afirmó Bernard Avishai, un analista estadounidense-israelí desde Jerusalén. “Cada vez hay más división entre la gente que piensa que la guerra se puede ganar y, como Netanyahu, que coincide en que el único objetivo de Israel es hacerse más fuerte e intimidar más, y los que piensan que no se puede ganar la guerra en esos términos, que necesitamos algún tipo de panorama diplomático, que no podemos seguir alejando al resto del mundo, a la región y a Estados Unidos, de donde obtenemos nuestras armas”, dijo.
El fallo de la Corte Suprema “ha hecho más vívida esta tensión creciente entre los que quieren una solución diplomática factible y los que quieren volver al statu quo previo a la guerra, que son los mismos que querían quitarle poder a la corte”, dijo Avishai.
También agregó que Netanyahu y sus aliados están presionando para que haya un “Estado judío que gobierne toda la tierra de Israel”, incluida la anexión de amplias zonas de Cisjordania e incluso, como sugieren algunos ministros, el reasentamiento en la Franja de Gaza, mientras que “se consideraba que el tribunal intentaba liberalizar el país, lo que suponía un desafío al statu quo y a los partidarios de la anexión y de la ‘Tierra de Israel’”.
Para Dahlia Scheindlin, analista y encuestadora israelí, “hay un vínculo directo entre el resultado de esta guerra y la naturaleza de Israel, qué tipo de Estado será y si puede continuar afirmando que es democrático”.
En su opinión, la guerra “ha sido un gran acelerador de los designios de mayor alcance de un gobierno de extrema derecha, incluida la anexión, la posible expulsión y la soberanía judía completa y formal sobre todo el territorio y las personas que lo habitan”.
Se espera que Netanyahu use el dictamen para seguir tratando de cimentar su escasa mayoría en el Parlamento, construida sobre su coalición con nacionalistas religiosos y la extrema derecha. Netanyahu ya se ha negado a condenar algunas de las declaraciones más duras de sus aliados sobre la anexión de Cisjordania y el reasentamiento de Gaza. Se ha presentado como el baluarte vital contra las críticas del resto del mundo, incluido Estados Unidos, y toda la idea, favorecida por el presidente Joe Biden, de una futura Gaza gobernada por una Autoridad Palestina “revitalizada”.
Un ejemplo reciente es el respaldo de Netanyahu a Bezalel Smotrich, su ministro de Finanzas de extrema derecha que rechazó la exigencia de Biden de que Israel transfiriera a la Autoridad Palestina la parte de los fondos fiscales palestinos que recauda en nombre de la autoridad, destinados a sus empleados en Gaza, dando a entender que dimitiría del gobierno.
“Bibi sigue siendo su defensor”, dijo Avishai.
Netanyahu también ha dejado claro, en fechas tan recientes como el sábado pasado en una conferencia de prensa, que no tiene planes de dimitir, ni siquiera después de la guerra, incluso mientras su partido, el Likud, se hunde en las encuestas de opinión. Una encuesta del Canal 13 sugirió que el Likud solo conseguiría 16 escaños en las elecciones y, sumando los legisladores de sus actuales partidos de coalición, solo tendría 45 escaños. La Knéset tiene 120 representantes, por lo que el partido de Netanyahu tendría que lidiar con los 38 escaños del rival de Netanyahu, Benny Gantz, y los 71 legisladores de los partidos de la oposición.
Scheindlin afirmó que, después del dictamen de la corte, el llamado del Likud para mantener la unidad durante la guerra fue una estrategia inteligente en términos políticos porque ni siquiera a los seguidores del partido les importaba tanto la revisión judicial como otros temas, entre ellos el resultado de la guerra. No obstante, Segal dijo que la sentencia podría ayudar a apuntalar el apoyo del Likud, porque muchos de los votantes del partido estarán enfadados por eso.
Sin embargo, el llamado a la unidad y la acusación de que el fallo del tribunal perjudica el esfuerzo de guerra son “bastante cínicos”, dijo Scheindlin, “ya que fue el proyecto de reforma judicial el que realmente desgarró al país”.
El partido de Netanyahu, el Likud, declaró que “el dictamen de la Corte Suprema contradice el deseo de unidad del pueblo, en especial en tiempos de guerra”. Además, el ministro de Seguridad Nacional, Ben Gvir, declaró: “En un momento en el que nuestros soldados están dando la vida por el pueblo de Israel en Gaza todos los días, los magistrados del máximo tribunal decidieron debilitar su espíritu”.
El subtexto, dijo Scheindlin, es que “nada que no nos guste debe ocurrir hasta que la guerra termine, y la guerra nunca terminará”, al menos no por mucho tiempo.
Por Steven Erlanger